¿Qué santos son estos que cuidan a los viejos?
San Camilo, una residencia de lujo. San Jorge, una casa vieja. Las veo cuando viajo en remis.
Cuando llueve y no puedo usar la moto.
¿Qué pasó con esas vidas? Qué motor, biela, pistón. Cajas de velocidad que se quedaron sin aceite.
Un desarmadero atendido por señoras sin marido. A veces llega la felicidad de afuera: una torta. Un budín de pan en un tupper.
Mi remisero de cabecera repite lo mismo: mañana lo meto al taller. El Regatta está desnudo. Afloran los cables como un cuerpo abierto.
Le hago motor, dice. Chapa y pintura. Noo, sino da más esta cagada. Pensar que yo manejé un Mercedes en Buenos Aires!!!
La vida se sostiene por el engaño. La mentira que comen los viejos en San Camilo y San Jorge.
Como Laura que trae su silla y se pone a mirar el tránsito del bulevar. Su silla y sus recuerdos, son los únicos bienes que posee. Como a los otros viejos, las sillas les pertenenen y mueren con ellos. Después nadie las usará más que para apoyar plantas de paso o para treparse a limpiar los rincones. Algunos, tienen una radio, otros un rosario marrón o negro, una foto con su familia. A Laura no le gustan los poemas de amor. A veces, está contenta y algo dice entre dientes. La enfermera levanta a otro viejo que se cagó encima. Trabajo de mierda. Como el del remisero con el auto hecho mierda. O el playero de la YPF que tiene que bancarse a un boludo que quiere que le lave el vidrio del auto.
No hay santos para todos, que San Expedito me chupe un huevo. Que San Cayetano vaya a laburar, que no me espere.
Soy el dios del bulevar, nadie me toca el culo con mi moto.
Adiós remisero, desde ahora, los días de lluvia, no tendré verguenza de mis zapatos sucios.
miércoles, 20 de febrero de 2008
miércoles, 13 de febrero de 2008
Un mundo impecable
Esperaba escribir algo anoche, pero vino una amiga que vive en Laboulaye y estudia Numerología. Me aclaró todo: en mi pasado fui un esclavo de alguna colonia, un alma que estuvo al servicio de los demás. Soy nativo de Urano, por lo cual, conozco mi pasado y quiero cambiar el futuro, pero me cuesta pensar bien las cosas, soy impulsivo, y por eso a veces me equivoco.
Soy un número 8 para los negocios, esto representa fortuna. Fortuna de conocer a quienes conozco, de querer a quienes quiero, fortuna.
La moto anda para la mierda, hace un ruido raro. Pero a nadie le importa en el bulevar, el ruido es un pais conocido. El jueves está muy lejano para mi sed. Anoche soñé con Barney, que venía a casa a pedirme azúcar y yerba, se lamentaba porque no había hecho tiempo de ir al supermercado, "los chicos no me dejan tiempo", decía.
Cuando Barney se alejaba paseando su cola por la calle, pensé en escribirte un poema, busqué un papel, lapicera, empecé con estas líneas: "Los espejos me devuelven los combates de Irak. Otra gente, la que no conozco, gasta su tiempo reenviando correos masivos de personas perdidas, que necesitan un corazón. Piensan salvar el mundo. Hace frío, me pregunto: ¿adónde está el fervor de los días? Descubro accidentalmente los actos que justifican tanto silencio, tanta gente extraviada en el barro de la búsqueda. No hay otra que perderse en los afectos. Pocos días son buenos días, si no estás". Me quedé en la mitad, esperaba decirte hola y que el silencio de la distancia fuera un efecto sincero.
Avanzo por el bulevar y pienso en todos los administrativos del mundo, en sus medias ¾ apretando sus tobillos. Los cordones, la corbata, un mundo impecable. El café quemado. El teléfono en el hombro. Los problemas de cadera. Y me encuentro.
Soy un número 8 para los negocios, esto representa fortuna. Fortuna de conocer a quienes conozco, de querer a quienes quiero, fortuna.
La moto anda para la mierda, hace un ruido raro. Pero a nadie le importa en el bulevar, el ruido es un pais conocido. El jueves está muy lejano para mi sed. Anoche soñé con Barney, que venía a casa a pedirme azúcar y yerba, se lamentaba porque no había hecho tiempo de ir al supermercado, "los chicos no me dejan tiempo", decía.
Cuando Barney se alejaba paseando su cola por la calle, pensé en escribirte un poema, busqué un papel, lapicera, empecé con estas líneas: "Los espejos me devuelven los combates de Irak. Otra gente, la que no conozco, gasta su tiempo reenviando correos masivos de personas perdidas, que necesitan un corazón. Piensan salvar el mundo. Hace frío, me pregunto: ¿adónde está el fervor de los días? Descubro accidentalmente los actos que justifican tanto silencio, tanta gente extraviada en el barro de la búsqueda. No hay otra que perderse en los afectos. Pocos días son buenos días, si no estás". Me quedé en la mitad, esperaba decirte hola y que el silencio de la distancia fuera un efecto sincero.
Avanzo por el bulevar y pienso en todos los administrativos del mundo, en sus medias ¾ apretando sus tobillos. Los cordones, la corbata, un mundo impecable. El café quemado. El teléfono en el hombro. Los problemas de cadera. Y me encuentro.
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