La moto estuvo parada tres días.
El feriado me puso de cara al ocio total.
Agarré una bolsa de pan duro.
Hice tostadas en una essen.
Salí al patio a mirar las plantas.
El ruido del bulevar estaba lejos.
Mañana viajaré al trabajo, pensé.
Pasaré una moto con un carrito.
Las balizas son cd`s.
Colgados como un llamador de ángeles.
Otra moto.
Otra moto.
Pudiéramos ser una banda y tomar la ruta 66.
Y escuchar ZZ Top.
Una vecinita viene a jugar con Agustina.
Los padres nunca están.
Se queda en casa hasta la noche.
Le dice a mi hija: "decile a tu papá si me puedo quedar a comer".
Un día estaba con diarrea y vino a casa.
Se quedó como siempre hasta la hora de cenar.
La llevamos de vuelta y en su casa habían pedido pizza.
Viene a la siesta.
A la noche.
Anda por la calle como un perro callejero.
El padre tiene un taller de Mercedes.
La madre es peluquera.
Tienen dos perros en el patio.
Le compraron esa casa al anterior usurpador.
La televisión siempre está encendida, se ve desde la calle.
A veces me digo: cuando crezca le daré mi moto.
martes, 16 de octubre de 2007
martes, 9 de octubre de 2007
Pueblos
Por sobre todas las cosas odio los gatos. Pero también me jode que los perros me salgan al paso. Que me ladren cuando voy en moto. Que me tiren un tarascón como si mi gamba les perteneciera. Mierda. Perro de mierda. Los perros del bulevar. No tengo nada contra los perros que duermen en el filo del portón, se que no son ellos los que desparraman la basura. Ellos solamente se desinflan sobre el pasto donde no crece nada. Y ahí permanece durante días la mancha de sudor, de tierra, como un cadáver marcado en el piso después de un homicidio. Acomodado a veces en un rincón, donde el viento no llega y la luz de la calle se pierde.Esos perros pertenecen a ese territorio, otros no tienen lugar, y giran por el barrio, lastimados por la indiferencia, tomando agua del charco que deja la vieja cada noche cuando lava la vereda. Vieja de mierda.A ver, conservadores y defensores de los perros, bajen los carteles un rato, esos que dicen: "NO ME MATES, CASTRAME" y pasen por el barrio. Será fácil. Si ya sé, la perrera. Esos tipos vestidos de blanco que tienen un camión y suben a los perros y abren una llave de gas y mueren asfixiados O son llevados a un quemadero camino a Despeñaderos donde serían rociados de combustible y prendidos fuego. O alguien se imaginó que alguna persona como nosotros, nacido bajo el mismo fuego, pondría a los perros frente a un caño de escape para matarlos.Esos perros arrastran bolsas, cartones, hociquean los yogures de una dieta demorada, comen los restos de los restos. No tienen dueño.
Pudieran, como nosotros, ser los perros que huyeron cuando se quedaron sin dueño y sin pueblo.
Conejito
Yo tenía un conejo.
Yo estaba tranquilo.
Yo tenía un conejo.
Yo escuchaba María Callas en los brazos de mi hija.
Yo tenía una vida, amable, la gente me llamaba: vení a casa, nos juntamos a comer, a charlar.
Yo tenía chances de elegir.
Yo tenía un trabajo.
A veces, me hacía una sopa con los restos del día y dormía hasta las 12.
Sí, me despertaban los ociosos del culto, pasándome sus libritos por el tragaluz de la ventana.
Yo podía despertar.
A veces, me sentaba en el baño con la pierna apretando la puerta, escuchando el golpe del viento, la ternura de las horas.
La única lectura eran los recuerdos, el baho de lo que no entraba en mi cuerpo.
Al conejo lo atacaron los perros, yo le curé la pata. Yo le acaricié el lomo. No lo soñé muerto, no. Sus ojitos rojos me miraban, me decían no no no.Yo tuve un alambre largo, antes de la guerra, para alcanzar esas cosas que siempre están lejos o cerca.
Yo estaba en otro lado.
Yo estaba tranquilo.
Yo tenía un conejo.
Yo escuchaba María Callas en los brazos de mi hija.
Yo tenía una vida, amable, la gente me llamaba: vení a casa, nos juntamos a comer, a charlar.
Yo tenía chances de elegir.
Yo tenía un trabajo.
A veces, me hacía una sopa con los restos del día y dormía hasta las 12.
Sí, me despertaban los ociosos del culto, pasándome sus libritos por el tragaluz de la ventana.
Yo podía despertar.
A veces, me sentaba en el baño con la pierna apretando la puerta, escuchando el golpe del viento, la ternura de las horas.
La única lectura eran los recuerdos, el baho de lo que no entraba en mi cuerpo.
Al conejo lo atacaron los perros, yo le curé la pata. Yo le acaricié el lomo. No lo soñé muerto, no. Sus ojitos rojos me miraban, me decían no no no.Yo tuve un alambre largo, antes de la guerra, para alcanzar esas cosas que siempre están lejos o cerca.
Yo estaba en otro lado.
LLuvias
Después que llevé el conejo al jardín de Agustina, exiliado por mordedor y por disputarme la hombría de la casa, mi vida cambió.Miraba los huecos que dejó en el patio esperando encontrarlo, a la mañana esperaba el salto, la meada mañanera, el shhhhshhh salí la puta que te parió.Se llevó mi inspiración, la bulla que alguna vez habitó las falanges, el tormento de decir lo que no puedo hacer. Tengo moto, reproductor de mp3, escucho un grandes éxitos de Cristian Castro mientras los Mercedes 1114 me zumban la gamba izquierda. Mientras el remis sin puerta ni guiño ni calco de la muni trae a los chicos del colegio.Lo hablé con Sigismondi: Pablo, tráeme alguna mascota de algún lugar del mundo, algo que no muerda, que no orine ni cague. Ja, me dijo: te traigo un llavero.Tengo un nombre común, tan común que podría pasarme la vida escribiendo a los diarios, refutando opiniones de mis homónimos, usufructuando el buen momento de otros. Tengo dos hermanos, el mayor, un gran volante central con un fuerte disparo, el menor, un arquero del carajo capaz de sacarte un tiro con el dedo meñique.Ahora la noche se termina, veo la luz que empieza a correr bajo la puerta. Tengo a Emiliano en los brazos que me mira. No quiere dormir y me mira. La lluvia ha lavado el barrio, ha corrido los perros, los bichos, la basura navega a la deriva por la calle.
Mi mujer duerme complotada con Orfeo mientras pienso en las flores que le debo.
Mi mujer duerme complotada con Orfeo mientras pienso en las flores que le debo.
Verano
Hace días que tengo una tos nerviosa, me lo dijo mi vieja. Tenés que escribir un poema, me dijo una poeta. Pero, no tengo nada interesante para decir. Voy de mi casa al trabajo. Y así, todos los días. Veo las cajas de las camionetas cargadas de quinteros que viajan al cinturón verde. Otros que van a la construcción, se rien, se hacen bromas. Pienso que en las oficinas del centro, la gente ya está buscando el café en el dispenser. Después vendrán las reuniones donde se implementará el brain storm y el roll play. En las oficinas públicas, los empleados desfilan de la cocina a la oficina con sus tazas durax. La gente espera haciendo cola mientras ellos sacan los criollos de la bolsa, las mujeres se pintan, hablan del tiempo. Viajo en la moto, sigo tosiendo, a veces, tengo que levantar el visor del casco para desempañarlo. Los gérmenes hacen un ghetto. Los camiones me cortan el viento, pero una gran columna de humo avanza por el bulevar. Que nadie venga a medir los niveles de contaminación, que nadie venga, no hay lugar. Autos y autos avanzan a paso de hombre y me miran cuando los paso por el costado rozando los espejos mientras toso, claro. Nadie me lo cuenta, ni me lo dijo antes. Veo a los mujeres que llevan los hijos de otros al colegio, le preguntan ¿qué hiciste ayer cuando me fui? ¿viste Tinelli?¿soñaste algo lindo? Todos mis vecinos se han operado. Las mujeres se han hecho las tetas y el culo y el marido de una se hizo una lipo. Ya nadie tendrá verguenza de ponerse la malla. Sí, que venga el verano y queme todo. Yo seguiré con mi moto, menos abrigado, a lo mejor, algún día, me sacaré el casco y dejaré que el sol me sacuda la cara.
Me sentiré Nanni Moretti recorriendo Roma, en una película.
Seré un Dios del bulevar.
Me sentiré Nanni Moretti recorriendo Roma, en una película.
Seré un Dios del bulevar.
Noè
A veces ella se siente como doscientos gramos de mortadela. Sí, restos de un animal fusilado por el hambre. Lo otro, es la rutina del tipo de la moto, que vuelve del trabajo por el bulevar. Que frenar cuando el charco está cerca para no mancharse el pantalón de vestir. Que mira los carteles de vía pública que anuncian de todo, menos eso. Que espera llegar a su casa para ponerse la camisa de grafa, casi sin uso. Y revisar las plantas y darle comida al conejo y pelar huevos duros esperando un pollo que frote una lámpara. Y mirar lo construido, la vida, chiquita, mínima, es todo lo que necesita.
Ella corta cebollas para llorar al Don Juan que la dejó, abierta en dos, en dos partes perfectas de dolor. Como si fuera un pan de pancho.
En el bulevar, abandonado por nuestro Dios hace mucho tiempo, un tipo empuja el auto, pedazos de un sueño de propiedad privada. Una carroza de ángeles anónimos estacionan la sed en un barco, un barco anclado en un cantero.
Un barco para ese mar que se ahogó en el asfalto.
Ella corta cebollas para llorar al Don Juan que la dejó, abierta en dos, en dos partes perfectas de dolor. Como si fuera un pan de pancho.
En el bulevar, abandonado por nuestro Dios hace mucho tiempo, un tipo empuja el auto, pedazos de un sueño de propiedad privada. Una carroza de ángeles anónimos estacionan la sed en un barco, un barco anclado en un cantero.
Un barco para ese mar que se ahogó en el asfalto.
Viaje al final del dìa
Cuando Tony cruzó el umbral y apoyó el primer pie en la vereda y prendió el cigarrillo en el justo momento en que yo pasaba por ahí, algo cambió.
Algo, no sé. Se nubló un poco, tal vez aclaró un poco.
La cosa es que Tony salió del videoclub a mirar el bulevar. Como los autos, motos, camiones, bicis, como el caos del tránsito se esfumaba en una chimenea, en un infierno de humo y ruido.
Hola, soy Tony Tamashiro, el dueño de este videoclub. Para empezar alejen ese prejuicio de que llegué a este país escondido en un barco. Que además del video tengo un tenedor libre y olvídense de la idea de que debajo del mostrador guardo una espada samurai. La cosa es más sencilla, soy cordobés y perro de la B. Eso sí, amo el cine japonés, Kitano. Ahora me tengo que ir, tengo gente.
En la escena anterior, en el mismo momento en que Tony pisaba la vereda, en un barrio cercano, dos pendejos corrían con una cartera. A dos cuadras, un tipo quiere boxear a otro porque lo encerró con el auto. Tony mira hacia el interior del video y Paulo, su hijo, último bastión de la dinastía, cordobés japonés de ojos verdes, se besa con su novia. Esas cosas en el trabajo a Tony no le gustan y le dice: “Bueno, bueno, menos besos que hay que trabajar”.
Tony que tiene alias de mafioso y asesino a sueldo de películas yanquis, tiene apellido de yakuza, de mafioso japonés. ¿Qué pensará ahora que salió a la calle y prendió el cigarrillo? ¿Por qué la vida no puede rebobinarse? ¿Por qué tan pocos finales felices?¿Por qué? Dirá Tony, ¿Por qué?
Ese cliente por el que se fue vino a buscar una de Jet Li. A Tony le gustaría que vieran un poco más del cine arte quizá porque cree que allí está la consecuencia de algunas cosas. El escenario de la formación de algunas ideas. Pero Tony sabe también que ellos encuentran en Jet Li, el alter ego que necesitan, un héroe que todo lo destruya y al fin de cuentas les de ese mundo que esperan. Un mundo distinto a este que al parecer, se consume tan fugaz como el cigarrillo que se fumó mirando el bulevar.
Nada que ver
Hoy abrieron la calle Potel Junot.
Me dio alegría ver cómo el bondi doblaba a la derecha.
Son cinco cuadras menos que lo tengo adelante.
Lo poco que había mejorado el tráfico se emperó con el corte del canal.
La gente de la zona siempre corta el canal. Ahí nomás hay una gomería.
Les provee las gomas que queman.
El tráfico en el bulevar se torna imposible. La cola de autos se extiende por cuadras.
No hay salida. No hay calles alternativas.
Es un embudo.
Un tipo se baja del auto y hace gestos con los brazos.
Negros de mierda dice.
Vayan a laburar dice.
Después se mete el llavero de cola de conejo en el bolsillo y sube al auto.
El auto está destruido.
No tiene faroles y el capot está dibujado por el herrumbe.
El espledor del modelo ochenta se perdió con el tiempo.
También pasó para el dueño. Los dientes, el pelo, la piel curtida por el alcohol.
La reputa madre que los remil parió, negros de mierda dice.
Golpea el volante.
Hacia dónde corre?
Una gorda con la remera de Chayanne habla con un policia.
Me dio alegría ver cómo el bondi doblaba a la derecha.
Son cinco cuadras menos que lo tengo adelante.
Lo poco que había mejorado el tráfico se emperó con el corte del canal.
La gente de la zona siempre corta el canal. Ahí nomás hay una gomería.
Les provee las gomas que queman.
El tráfico en el bulevar se torna imposible. La cola de autos se extiende por cuadras.
No hay salida. No hay calles alternativas.
Es un embudo.
Un tipo se baja del auto y hace gestos con los brazos.
Negros de mierda dice.
Vayan a laburar dice.
Después se mete el llavero de cola de conejo en el bolsillo y sube al auto.
El auto está destruido.
No tiene faroles y el capot está dibujado por el herrumbe.
El espledor del modelo ochenta se perdió con el tiempo.
También pasó para el dueño. Los dientes, el pelo, la piel curtida por el alcohol.
La reputa madre que los remil parió, negros de mierda dice.
Golpea el volante.
Hacia dónde corre?
Una gorda con la remera de Chayanne habla con un policia.
Alguien me dijo que ella conserva un boleto casi capicúa.
Y que le asaltaron el kiosquito como diez veces.
Eso le dirá al cana.
Hoy el Che cumpliría 40 años.
Pero nada que ver.
Gomas quemadas, gritos.
Si, señales de humo.
El cielo es un caos.
Hoy el Che cumpliría 40 años.
Pero nada que ver.
Gomas quemadas, gritos.
Si, señales de humo.
El cielo es un caos.
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