martes, 9 de octubre de 2007

LLuvias

Después que llevé el conejo al jardín de Agustina, exiliado por mordedor y por disputarme la hombría de la casa, mi vida cambió.Miraba los huecos que dejó en el patio esperando encontrarlo, a la mañana esperaba el salto, la meada mañanera, el shhhhshhh salí la puta que te parió.Se llevó mi inspiración, la bulla que alguna vez habitó las falanges, el tormento de decir lo que no puedo hacer. Tengo moto, reproductor de mp3, escucho un grandes éxitos de Cristian Castro mientras los Mercedes 1114 me zumban la gamba izquierda. Mientras el remis sin puerta ni guiño ni calco de la muni trae a los chicos del colegio.Lo hablé con Sigismondi: Pablo, tráeme alguna mascota de algún lugar del mundo, algo que no muerda, que no orine ni cague. Ja, me dijo: te traigo un llavero.Tengo un nombre común, tan común que podría pasarme la vida escribiendo a los diarios, refutando opiniones de mis homónimos, usufructuando el buen momento de otros. Tengo dos hermanos, el mayor, un gran volante central con un fuerte disparo, el menor, un arquero del carajo capaz de sacarte un tiro con el dedo meñique.Ahora la noche se termina, veo la luz que empieza a correr bajo la puerta. Tengo a Emiliano en los brazos que me mira. No quiere dormir y me mira. La lluvia ha lavado el barrio, ha corrido los perros, los bichos, la basura navega a la deriva por la calle.
Mi mujer duerme complotada con Orfeo mientras pienso en las flores que le debo.

No hay comentarios: